Minería y Empleo

sábado, 28 de julio de 2007

Minería y creación de empleo, ¿a qué precio?
Escribe Armando Mendoza

La oleada de reformas neoliberales aplicadas en el país en los años 90 y mantenidas desde entonces, han tenido como una de sus justificaciones centrales la creación de empleo, bajo el supuesto de que eliminando o flexibilizando las regulaciones laborales -especialmente en lo referente a estabilidad y bonificaciones al trabajados- se incentivaría la creación de puestos de trabajo.
La realidad no parece estar confirmando las esperanzas puestas en una gran expansión del empleo como resultado de estas reformas neoliberales. Ciertamente, el empleo en el Perú ha crecido en términos absolutos en la última década, pero este crecimiento también se explica por una multitud de factores externos e internos: el desarrollo natural o “vegetativo” de la economía, un entorno internacional favorable, el “boom” de los precios de las materias primas, la relativa estabilidad política que ha gozado el país, etc., que no tienen relación con la ecuación “liberalización del mercado laboral = creación de empleo”.
Bajo estas condiciones, el panorama laboral en el Perú de hoy es complejo y controversial: en general, hay más puestos de trabajo pero no mejores puestos de trabajos. Los empleos bajo condiciones aceptables (un mínimo de protección contra despidos arbitrarios, remuneración que al menos cubra la canasta básica, jornada de 8 horas de trabajo, etc.) parecen en proceso de extinción. El desempleo y el subempleo no han descendido sustancialmente, y los ingresos de los trabajadores tampoco parecen haber mejorado de manera significativa.
Lo anterior se refleja en el reparto de la “torta” de la riqueza creada por la economía, pues la participación del capital en los ingresos nacionales se ha incrementado sostenidamente en los últimos años, en tanto la participación de la mano de obra ha descendido equivalentemente. Considerando que el país ya lleva 6 años de crecimiento económico ininterrumpido, resulta cada vez más difícil explicar o justificar este proceso de polarización donde los sectores con mayores recursos incrementan aún más su participación en la riqueza, en tanto que millones de trabajadores no ven su situación mejorar.
Lo anterior explica las crecientes pugnas que se vienen dando en el ámbito laboral, no sólo a nivel de casos individuales de empresas y su mano de obra disputando por las remuneraciones y las condiciones de trabajo, sino también a nivel macro, con controversias alrededor de la Ley General del Trabajo y las tímidas iniciativas de reforma que desde el Ministerio de Trabajo se están intentando implantar en lo referente a la intermediación laboral, las inspecciones a las empresas, etc.
En particular, uno de los puntos más serios de conflicto recae sobre el significado y alcance de la intermediación laboral, es decir, el uso de intermediarios (los llamados “services”, cooperativas del trabajo, etc.) para proveer mano de obra temporal a las empresas. La intermediación laboral, al sustituir la contratación directa tradicional, ha significado para las empresas una indudable ventaja, pues las ha desligado de numerosas obligaciones y desembolsos que en el pasado debían hacer por sus trabajadores directamente contratados, y que ahora son asumidas por los intermediarios laborales. Sin embargo, este proceso no ha sido inocuo, pues la realidad es que las condiciones de empleo ofrecidas por estas empresas intermediarias están lejos de ser adecuadas, ya que hechos como remuneraciones insuficientes, horarios de trabajo abusivos, precariedad del empleo, carencia de seguros adecuados, etc., son el pan de cada día. Así, ha sido el trabajador peruano quien ha soportado sobre sus hombros la transformación del empleo durante los últimos años.
¿Y cómo va el empleo minero?
Este fenómeno de creciente controversia por la insuficiente creación de puestos de trabajo bajo condiciones aceptables, se esta dando incluso en un sector “estrella” de la economía, como es la minería, donde el nivel del empleo ha indudablemente crecido.
Al respecto, debe indicarse que la minería fue uno de los sectores económicos más profundamente afectados por las reformas neoliberales de los años 90, con un radical proceso de privatización del control de los recursos naturales que fue acompañado por la liquidación de las empresas públicas (Minero Perú, Hierro Perú, etc.), y por una profunda liberalización del mercado laboral, con la introducción de mecanismos de fomento y apoyo al empleo temporal, no sindicalizado, proveído por los “services”.
¿Cómo se comportó el empleo durante esos años?. Acorde a las estadísticas, la evolución del nivel laboral del sector minero paso por diferentes fases. En un principio, el número de empleos cayó como resultado –entre otros factores- de la liberalización laboral. Esta primera fase, fue luego reemplazada durante la segunda mitad de la década de los 90 por un crecimiento muy superficial y paulatino, el cual se mantuvo hasta inicios de la presente década (años 2001 – 2002). Es recién a partir del año 2003, que el empleo en la minería peruana realmente despega, elevándose de manera significativa, siendo que para finales del año 2006, el total de personas empleadas en la minería alcanza los 109 mil trabajadores. Sin embargo, el considerable incremento en las cifras absolutas del empleo minero, más allá de lo positivo que pueda ser y parecer, requiere ser analizado con más detenimiento.
En primer lugar es necesario señalar la coincidencia que existe entre la fase de despegue de los niveles de empleo, y el auge en los precios internacionales de los metales, que justamente se inicia en dichos años, alcanzando su eclosión durante los años 2005 y 2006. En ese sentido, resulta lógico y natural, que un incremento considerable en los niveles de ingresos y rentabilidad de las empresas mineras, haya significado una expansión de sus operaciones y proyectos, en consecuencia incrementando su demanda de mano de obra.
Así, el verdadero combustible en la expansión del empleo minero recaería en factores externos como el auge de las cotizaciones de los minerales, así como en la entrada en operaciones de diversos grandes proyectos mineros, como Alto Chicama en La Libertad o Cerro Verde II en Arequipa. La supuesta relación entre flexibilización laboral y crecimiento del empleo no destaca en este panorama, y sería sólo un factor secundario de la expansión laboral de la minería.
En segundo lugar, debe tenerse en cuenta –y esta es la cuestión fundamental- que el incremento en los niveles absolutos del empleo minero se ha concentrado en el empleo proveniente de los intermediarios laborales, los malhadados “services”, bajo condiciones inferiores en lo referente a remuneraciones, estabilidad, derechos y beneficios laborales, en tanto que ha sido muy reducido el incremento en el empleo directamente generado por las empresas mineras.

Así, en la evolución del nivel del empleo minero desde el año 1993 encontramos que son los empleos través de los “services” y otros intermediarios laborales lo que realmente ha crecido de manera sustancial, pues el incremento en los puestos de trabajo directamente ofrecido por las empresas mineras (trabajadores de planilla) ha sido mínimo, ya que en 14 años –entre 1993 y el 2006- dicho empleo directo en las mineras apenas aumentó en 5 mil puestos de trabajo.
Una consecuencia de lo anterior, es que la participación del empleo precario y bajo condiciones inferiores ha ido creciendo dentro del universo laboral de la minería, siendo que ahora apenas 1 de cada 3 trabajadores esta directamente contratado por una empresa minera. Los otros dos trabajadores restantes son proporcionados por los “services”, percibiendo remuneraciones inferiores a las de los trabajadores de planilla y disfrutando de escasos, por no decir nulos, beneficios laborales. Así, los trabajadores contratados mediante tercerización, sufren numerosos recortes de beneficios en comparación a los trabajadores directos, por ejemplo:
- Menor o nula protección ante el despido arbitrario.
- No cuentan con participación en las utilidades generadas por la empresa minera.
- No tienen derecho a aguinaldo por navidad, fiestas patrias y vacaciones.
- No reciben bonificación por horas extras.




Aun buscando el equilibrio laboral
Lo sucedido en la minería, probablemente se esta replicando –en mayor o menor medida- en otros sectores económicos en auge, como podría ser la agro exportación. En otras palabras, el crecimiento del empleo se basa en una oferta de puestos de trabajos intermediados de baja calidad, bajo condiciones inferiores -en algunos a casos escandalosamente inferiores- a los niveles que se pueden considerar aceptables, tanto desde un punto de vista legal como humano.

Un ejemplo meridianamente claro de lo anterior es el caso de Minera Casapalca, cuyos niveles de maltrato y negligencia con los trabajadores -de los cuales más del 90% provienen de “services”- ha merecido la condena no sólo del Ministerio de Trabajo, sino incluso de la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía, ante la aplastante evidencia de que dichos trabajadores están siendo sometido a un régimen laboral absolutamente deplorable, donde Minera Casapalca y los services que le proveen la mano de obra, se rehúsan a responsabilizarse por el bienestar de su mano de obra.
Los recientes sucesos en el sector minero, como las huelgas nacionales convocadas por la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos, dejan en claro que el tema laboral esta en una fase crítica, en donde la exigencia de mayores remuneraciones y mejores condiciones de trabajo, es cada vez mayor. En ese sentido, puede señalarse como ejemplo, que al año 2004, en Canadá un trabajador minero recibía como remuneración nada menos que doce veces lo que el minero peruano, mientras que en esa misma época el minero chileno ganaba el triple que su similar en Perú.
Si bien es cierto que la competitividad de una industria, depende en no poca medida de mantener unos costos de producción razonables, el argumento de que es imposible mejorar la situación de los trabajadores si queremos mantenernos competitivos, resulta absurda. Considerando el enorme auge económico que viene experimentando el sector minero, con niveles record de ingresos y utilidades para las empresas, resulta difícil creer que sea inviable una mejora de las remuneraciones y condiciones laborales, tanto para los trabajadores directamente contratados como para los trabajadores provenientes de la intermediación laboral.
La expansión del empleo en la minería, basado en la tercerización laboral, tiene aspectos cuestionables que ponen en tela de juicio si dicha expansión del empleo es en efecto lo que deberíamos tener como modelo de desarrollo. Cada vez resulta más evidente que el esquema de intermediación laboral mediante los “services” ha llegado a sus límites y que urge establecer un nuevo régimen de trabajo, más balanceado, que garantice de manera universal derechos tan elementales como la jornada de 8 horas y la remuneración adicional por horas extra.
Así planteada la situación, lo que se requiere es llegar a un consenso para la reforma del régimen laboral, no sólo en la minería, sino en todos los sectores económicos. Las consecuencias, de no obrar así, son claras: para el caso de la minería, es evidente que sí las empresas resultan incapaces de llegar a un entendimiento con el Gobierno y los sindicatos para mejorar la situación de los trabajadores, lo que se puede prever que suceda es que la pugna para mejorar la condición de dichos trabajadores ante situaciones de expreso abuso –como lo ejemplifica el caso de Casapalca- se intensificara en el futuro.

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