Paro Agrario el campo esta fragmentado

jueves, 21 de febrero de 2008

Paro agrario: el campo está fermentando

Armando Mendoza.
Economista.

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Ayer fue suspendido el paro agrario tras varias jornadas de disturbios que paralizaron docenas de provincias y dejaron un lamentable saldo de víctimas (cinco al escribirse estas líneas). De momento, el diálogo parece haberse restablecido, y, por supuesto, ya desde el oficialismo se proclama el fracaso del paro, mientras que desde la acera opuesta se afirma lo contrario. Vuelta a la normalidad, ¿no? Pero en verdad, no importa cuál sea el balance sobre el "éxito" o "fracaso" del paro, porque si algo ha quedado confirmado es el enorme malestar que existe en el agro.

Imagínese que durante años esté viviendo de promesas y compromisos que el Estado no ha honrado. Que mientras a otros se les mima y favorece, a usted sólo lo ayuda la Virgencita de Chapi. ¿Qué haría? ¿Resignarse? ¿Aguantar? ¿O, por el contrario, protestar y reclamar por atención? Bueno, esa es exactamente la situación del agro.

Las cifras no mienten. Si revisamos la participación del Ministerio de Agricultura en los recursos públicos, veremos que la agricultura ha sido y sigue siendo la última rueda del coche en las políticas de Estado. Para este 2008, el sector agricultura apenas recibirá el 1.4% del Presupuesto Público, menos de lo que recibía en el año 2001, que tampoco era gran cosa: 1.9%.

Es decir, la economía peruana ha crecido 7 años consecutivos, el Estado ha visto crecer significativamente sus ingresos, pero –comparativamente– no estamos invirtiendo más en el fortalecimiento de nuestro agro. Y esto, a puertas de un TLC con EEUU, que impondrá nuevas y mayores presiones sobre nuestros agricultores, que tendrán que competir contra los agricultores norteamericanos, enormemente subsidiados por su gobierno.

Con este panorama, ¿puede extrañarnos que en el sector agrario los ánimos se estén fermentando? El reciente paro no es un artificio, producto de una conspiración internacional, manipulación de grupos políticos, saboteadores, etc., sino que es el reflejo de una real y creciente frustración, que muchos se empeñan en no ver ni atender, y que está empezando a reventarles en la cara. No nos equivoquemos pensando que con el final del paro agrario se solucionaron las cosas.

¿Qué hacer entonces? Hay que escuchar al campo. ¿Y qué es lo que el campo pide? Atención. Así de simple. Alguien tiene que explicarle al ministro de Agricultura que su responsabilidad no es sólo preocuparse de que le vaya bien a sus amigos agroexportadores y del biodiésel, sino que tiene también –y especialmente– que velar por el millón y medio de familias campesinas. Hay que establecer de una buena vez una política integral de compensación y fortalecimiento agrícola de cara al TLC, que está a la vuelta de la esquina. ¿Qué estamos esperando?

Hay que poner de lado fantasías como creer que con "Sierra Exportadora" basta para desarrollar al agro, y que sólo importa la agroexportación, que apenas representa el 3% de las tierras cultivables y 50 mil productores. Es hora de empezar a preocuparse por los cientos de miles de pequeños y micro productores y comunidades campesinas dedicados a producir para el mercado interno.

Hay hacer funcionar al banco agrario. Y, ciertamente, hay que abandonar esa fantasía ideológica de "solo el latifundio salvará al Perú" y dejar de prestar oídos a los que siguen llorando –40 años después– porque, a su abuelito, los "cholos" le quitaron la hacienda. Hay que asumir la realidad del agro peruano como es, y a partir de allí construir sobre nuestras fortalezas, sobre lo que realmente es posible. Si no queremos que se repitan los paros y movilizaciones del sector, la receta es sencilla.

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